Angel Cappelletti

Ángel J. Cappelletti – Utopías Antiguas y Modernas.

Todos los pueblos del mundo han tenido sus mitos, pero sólo en los de occidente se han forjado “utopías”, esto es, mitos concientemente elaborados que tienen sus raíces en el raciocinio y proponen a la voluntad humana un nuevo modelo de convivencia.

Ello se debe, en primer lugar, al sentido helénico de la positividad de lo terrestre, a la afirmación de la vida presente que predomina entre los griegos. Pero se debe sobre todo, al hecho de que sólo en Occidente, por obra de la concepción cristiana del mundo, se ha desarrollado una conciencia y una ciencia de la historia, con lo cual se ha producido la radical posibilidad, más aún la intrínseca exigencia, de contraponer en el plano de la convivencia humana lo que es a lo que debe ser.

De esta manera el estudio de la Historia aparece como inseparable del estudio del Deber ser histórico y, en consecuencia, del estudio de la Utopía. Ello hace posible una historia de las utopías considerada como historia de las metas propuestas a la Historia.

Si nos atenemos rigurosamente a la utopía como especie literaria, esto es, como relato o proyecto imaginario de una sociedad ideal, esa historia debería remontarse por lo menos hasta Hipodamo de Mileto y Faleas de Calcedonia. Encontraría luego un verdadero arquetipo en La República de Platón y no debería olvidar por cierto, a Evemero con su Crónica sagrada de la isla de Panquea. Recién en el Renacimiento, con Thomas More y su Libellus vere Aureus nec minus salutaris quam festivus de optimo republicae statu deque nova Insula Utopia, se toparía con el nombre propio de su objeto. Poco después tendría que considerar a Campanella con su Civitas Solis Poetica, y retornando a Inglaterra, a Lord Francis Bacon con su New Atlantis. En el mismo siglo XVII debería estudiar además algunas otras obras, menos conocidas pero no carentes de verdadero interés, como la Republicae Christianopolitanae Descriptio Johann Valentin Andrae, la Nova Solyma de Samuel Gott, la Desciption of the Famous Kingdom of Macaria de Samuel Hartlib, y el Commowealth of oceana de James Harrington.

Abundante material hallarían en el período de la ilustración donde su atención tendría que moverse desde La Terre Australe connue de Gabriel de Foigny hasta la Description of Spensonia, de Thomas Spense, pasando por obras tan curiosasa como la Historia de Calejava de Calude de Gilbert, el Voyage de l’Isle de Naudely de Pierre Lesconvel y L’an deux mille quatre cent quarante de Louis Sebastién Mericer (cfr. A. le Flamanc: Les Utopies prérévolutionnaires et la Philosophie du 18éme Siécle 1934).

Al llegar al siglo XIX encontraríamos una no menos importante literatura utópica, que va desde Charles Fourier con Le Nouveau Monde industriel hasta Theodor Hertzka con Freiland: ein sociales Zukunftsbild y que se vincula generalmente al socialismo.

No han faltado, por cierto, en nuestro siglo varios ensayos de una historia general de las utopías. En 1922 Lewis Mumford publicaba en Nueva York un volumen titulado The Store of Utopías y al año siguiente, en Londres aparecía, bajo el nombre de Joyce O. Hertzler, The History of Utopian Thought. En traducción española tenemos la Breve historia de las utopías de Max Nettlau, el viaje a través de las utopías de María Luisa Berneri y el ya clásico librito de Martín Buber, Caminos de Utopía.

Nuestra obra no pretende ser una nueva historia de las utopías. Es simplemente la recopilación de una serie de ensayos sobre algunas utopías menos conocidas o sobre algunos aspectos menos considerados de algunas más conocidas utopías. Casi todos ellos han sido publicados en revistas argentinas: los que forman los capítulos I, II, y X en la Revista del Instituto de Derecho público y Ciencias sociales de la Univ. Nac. Del Litoral (Rosario); los correspondientes a los capítulos VI, VIII y IX en Reconstruir (Buenos Aires); los que integran los capítulos V y VII en Cuadernos filosóficos (Rosario) y anuario de Investigaciones históricas (Rosario), respectivamente.

Algunas repeticiones que el lector encontrará se explican por este carácter de ensayos independientes concebidos y escritos.

Si alguien objetara la desproporción entre la importancia de las utopías estudiadas y la extensión respectiva de los capítulos que se les consagra volvería a recordarle que no me he propuesto escribir una historia general de las utopías sino sólo algunos breves trabajos sobre puntos menos conocidos, por lo cual precisamente los más importantes son quizás los que requieren (como en el caso de Platón y de Bacón) un tratamiento menos extenso y detallado.

 

 

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Ángel J. Cappelletti – Utopías Antiguas y Modernas

 

 

1 comentario en “Ángel J. Cappelletti – Utopías Antiguas y Modernas.”

  1. ¿De verdad se ve consonancia y no contraposión entre la apreciación helénica de lo terrestre y la idea cristiana? Una idea, la cristiana, que desprecia el valor de lo humano y lo terrenal en pos de la obediencia a lo superior y la vida después de la muerte, después del fracaso de esta vida que debe vivirse con culpa desde el nacimiento y vergüenza del instinto.

    No hay nada más contrapuesto a eso que las ideas clásicas griegas y egipcias que identificaban en los dioses partes de la naturaleza y su propia psicología, dioses (partes de sí mismos) que hacían evolucionar con su tecnología y que compartían e incluso importaban de otras culturas politeistas. Para ellos la importancia de la vida, de vivir grandiosamente, era lo que les llevaba a un ideal. La vida como preparación de su ser para el siguiente paso de una existencia eterna y sin por ello perder interés en mejorar su forma de vida terrenal, en luchar contra la inercia y lo muerto, por la realización de la voluntad con la herramienta de la razón y el conocimiento.

    Desde luego la actitud reaccionaria del cristianismo frente al progreso y la ciencia a lo largo de la historia no tiene mucho que ver, en mi opinión, con el origen de las utopías que impulsan a la humanidad a actuar y cambiar su mundo. Una actitud que insta a suplicar de rodillas la buena muerte que será tanto más pura como inerte, pasiva y conformista haya sido su vida. No conozco ninguna cultura clásica, americana, nórdica… que sentencie tanto la a humanidad con un futuro de desidia a largo plazo como la tradición judeo-cristriana y la hipocresía religiosa romana que son destructoras de culturas y simplificadoras de la historia.

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