José Luis García Rúa

José Luis García Rúa – Reflexiones para la Acción (I, II, III, IV) Una Lectura Libertaria de la Transición

Algunos pensadores críticos, motivados por el hecho de que la historia es, normalmente, escrita por los vencedores, y, en todo caso, siempre mediatizada por la ideología dominante, y, por ello, falseada, renuncian, en su discurso, al empleo instrumental de esta disciplina, a la que tienen, en todo caso, como innecesaria, por partir, ciertamente, de otro hecho real, el de que todo lo pasado está, de una forma u otra, aquí, en lo presente. Así que, para ellos, la tarea ha de ser la de un análisis crítico, profundo y global de lo que hay, de lo que nos rodea, incluyéndonos a nosotros mismos como “rodeados”.

Tal habría de ser, en el sentir de los que así piensan, todo discurso real que apunte a promover y alumbrar la transformación cualitativa del mundo. La historia, como transmisora de experiencias de la vida sería, así, una consejera no fiable, y, en todo caso, como construcción, como discurso construido, siempre desdeñable frente a la materialidad e inmediatez del presente en su real fluir. Son razones, sin duda, profundas, dignas de ser tenidas muy en cuenta, sobre todo, no perdiendo de vista que tal forma de discurso, en cuanto a análisis total crítico y riguroso de lo presente, es absolutamente imprescindible, aunque, por otro lado y como contribución a tal propio análisis, pueda también descubrirse la validez de la ayuda instrumental que pueda suponer la aportación del discurso histórico, siempre que se le purgue de la abstracción y de la inclinación tópica a confundir la semejanza con las paridad, es decir, siempre que la historia sea, ella misma, entendida en un sentido crítico y material, y que no desposea a la vida real de sus caracteres propios.“

 

PRÓLOGO DEL PRIMER LIBRO.

Decían de Julio Camba -creo recordar que fue Ortega en algún artículo de El Espectador- que era un escritor «biológico» porque sólo escribía cuando necesitaba de unos duros para comer. En ese aspecto, yo me siento un poco émulo de D. Julio, no porque yo escriba para comer; pero sí en el sentido de que en mí el escribir me pone en situación de tener que forzar mi naturaleza, creándome un especial modo de tensión que yo espontáneamente rehuyo por lo temporalmente ingrato que me resulta. De ello se deriva, muy congruentemente, que una buena cantidad de varios escritos se hayan generado -y muy verosímilmente se seguirán generando en las ciertas condiciones de violencia que concurren siempre en los escritos de encargo y petición, y que hayan sido generalmente alumbrados en las circunstancias propias de los partos trabajosos. Nada, sin embargo, de lo que acabo de decir tendría la más mínima importancia, o, a lo sumo, albergaría un puro interés psicológico personal, si no fuera porque, en lo que atañe al presente libro, tal hecho es explicativo del ritmo intermitente que preside el discurso total, entendiendo por tal el conjunto de los artículos que se presentan, los cuales mantienen, a pesar de todo, un evidente grado de unidad en cuanto a motivación, intencionalidad y comprensión global. Es precisamente ese grado de unidad dentro de la intermitencia una de las razones que me mueven a presentar como conjunto estos artículos reunidos, pues el todo ofrece la estructura de un análisis crítico de un proceso histórico articulado en momentos que, en su individualidad característica, acusan manifiestamente su condición de elementos de un conjunto en movimiento.

Y por supuesto, mi interés en la publicación tampoco es en absoluto ajeno a mi interés «político», es decir, a mi interés práctico por la transformación cualitativa de la sociedad y el mundo en que vivimos, ya que entiendo que el conjunto de los análisis que aquí se presentan puede contribuir a hacer «ver» el proceso en el que estamos inmersos, y con ello a facilitar una de las partes esenciales en toda transformación histórica, fiado además en el axioma que establece que a mayor claridad de mente corresponde proporcionalmente mayor claridad y contundencia de acción. Otra de las razones que me mueven a propiciar esta publicación es mi convencimiento de que un hecho puntual, aislado, y por ello también un artículo de tema monográfico, constituye un dato para un sentido, pero no proporciona de por sí solo el sentido mismo, pues éste sólo viene determinado por la organización acumulativa y distributiva de datos que dibujan la linealidad de un determinado tipo de movimiento. Y aún otra razón más y de gran peso la constituye la conciencia de que, muy congruentemente y acorde con sus intereses, el Occidente «democrático» del que formamos parte ha desarrollado con toda vigencia una suerte de retórica de la singularidad que, concretando imágenes, recurrencias y tropos, pretende establecer y fundar la filosofía de que, ante la majestuosa singularidad del árbol, no es de interés ninguno «ver» el bosque, hábil expediente por el que se mantiene a cada uno encerrado en el chiquero de su pequeña historia a la merced pasiva de cuantas necesidades tengan y antojos se planteen los mandarines del sistema. Una Lectura Libertaria de la Transición es el subtítulo que encabeza este libro, con lo que queda ya fijado desde el principio el marco inicial de un proceso todavía abierto dentro de cual se moverán nuestros análisis. En el orden político y por lo que hace a la implantación de la democracia en España, hay un macroperíodo que, en vaivenes de mayor o menor oscilación, abarca desde la revolución de 1868, con sus cortas etapas amadeína y republicana, hasta el período que en la actualidad llamamos «transición», después de haber agotado las etapas de la Restauración, la liquidación alfonsina, la II República, la Guerra Civil y el régimen franquista. Un largo período de casi siglo y medio de dolorosas experiencias populares en el que los impulsos hacia la libertad se han venido viendo frenados de dos maneras: en los períodos reactivos, por una represión física de inimaginable brutalidad; en los interludios «liberales», en cambio, por una machacona y repetitiva retórica engañosa destinada a disfrazar la vigencia de lo pretendidamente superado. Y es aquí adonde quería llegar, ya que, en mi intención, los análisis que aquí se desarrollan tienen por misión el desmontar pieza a pieza los elementos de esa arquitectura retórica fabricada en los cenáculos económicos, en los laboratorios políticos y en los múltiples altavoces de los mismos que son los medios de comunicación. No puedo, desde ya, dejar de poner de relieve el hecho de que se trata de discursos generados en, por y para el movimiento libertario organizado, lo que da lugar a que, con alguna frecuencia, los temas sean de cierta referencia interna, y, alguna vez, hasta documentos de Organización. La razón de que aparezcan aquí, en el contexto de un libro para el gran público, es que, por un lado e incluso en estos casos, transcienden siempre el ámbito de la Organización, y que, por otro lado, forma parte de los discursos aquí desarrollados el presentar a la CNT, en tanto que organización emblemática del movimiento libertario organizado, y al comportamiento de acoso y derribo para con la misma por parte de los diferentes gobiernos de la transición como argumento clave desvelador de la hipocresía «democrática» en cuanto conculcadora de sus propios presupuestos, puesto que, al no poder esgrimir como alibi para tal persecución sin cuartel el argumento de «violentos», tras el cual se escudan para sus acciones represivas en otros casos los gobernantes «demócratas», la arbitrariedad y la violencia del Estado «democrático» se patentizan así de manera mucho más gráfica. De aquí que, a la vista de tan flagrante contradicción, esos diferentes gobiernos, diferentes y opuestos políticamente entre sí, hayan coincidido sin embargo en el empeño de, por medio de escisiones fabricadas y complacencias de piratería, forzar la producción de un «sucedáneo libertario» a su medida, concretado por fin en el engendro que lleva por sigla CGT. Recoge esta primera entrega los análisis de un arco de acontecimientos que van desde la huelga general del campesinado andaluz de la primavera de 1980 hasta el año-frontera de 1992, año de los grandes Fastos, de la huelga general del 28-M y del visible declinar de la estrella socialista, comprendiendo entremedias, por ejemplo, los correspondientes al 60 aniversario de la Guerra Civil, a la implantación de las elecciones sindicales y del sindicalismo «oficial», al cambio de orientación del movimiento obrero hispano con la radicalización de la protesta activa en los Astilleros de Puerto Real, a la «semana negra» de Wall Street, al juicio contra los asesinos carcelarios de Agustín Rueda, a la huelga general del 14-D, a la firma del Acta única Europea, a la disolución formal de la URSS, a la génesis y consecuencias de la Guerra del Golfo, a la consolidación del «Nuevo Orden Internacional»… Independientemente del mayor o menor acierto con que se los haya analizado, a nadie le puede escapar la transcendencia de los acontecimientos enumerados: La primera huelga general campesina en Andalucía después de la muerte del dictador fue la antesala de una serie de procesos que transformaron la estructura socio-económica del agro andaluz, del comienzo del despoblamiento juvenil en ese área y de la implantación, tras el «Paro comunitario», del PER (Plan de Empleo Rural) que, en sus diversas modalidades llega hasta la actualidad y que, como procedimiento de endeudamiento electoral, viene condicionando decisivamente todas las votaciones políticas que se sucedieron desde entonces. Nadie tampoco podrá negar la significación de frontera de las lu-chas que los trabajadores de A ESA en Puerto Real promovieron contra la segunda reconversión industrial desde noviembre de 1986 a junio de 1987, pues supusieron una radicalización in extremis que habría de contaminar a los obreros del hierro de Reinosa, a la minería astur leonesa, a los trabajadores coruñeses del aluminio, a los astilleros de Euskalduna en Bilbao o del «Cantábrico» y «Juliana» en Gijón, etc. etc., obligando al sindicalismo oficial a tener que «recuperar» pro forma tal radicalización en la modalidad de sus «huelgas generales». Con el aleccionamiento de las fatales consecuencias del crash bursátil y de la depresión económica americana de 1929, tampoco podrá ne-gar nadie la importancia de la «semana negra» de Wall Street en noviembre de 1987, ya que, con independencia de la crisis del petróleo y sus efectos en los años setenta, se dio entonces el primer aldabonazo de aten-ción a los peligros que amenazaban al sistema económico occidental en su conjunto, obligando a los bloques que lo constituyen a una serie de replanteamientos en sus relaciones mutuas que no impidieron sin embargo otras crisis posteriores y que forzaron igualmente otro replanteamiento de actitud en las relaciones económicas Norte-Sur Algo crucial para todos, tanto países como individuos, es asimismo la característica del «Nuevo Orden Internacional», con un diseño novedoso del talante del imperialismo que, investido ahora casi en exclusiva de barras y estrellas, impone su ley deforma ya descarada y sin tapujo alguno, exhibiendo a los USA como absoluto gendarme universal que hace ostentación de guerrero de las Galaxias y se expresa como brazo justiciero único en la crisis del Golfo o como árbitro indiscutido en los polémicos fragmentos de la vieja Yugoslavia. Y dejamos ya de insistir en este prólogo, con la alusión a la definitiva importancia de la desaparición del régimen bolchevique y la liquidación de las «repúblicas democráticas» del centro y el oriente de Europa, como fenómeno histórico de alcance universal, ya que supuso que un sistema político-económico que desde los años 20 había venido proyectando su universalización se disolvía como un azucarillo, negándose a sí mismo como pieza de recambio del sistema capitalista, el cual, aunque fortalecido por ello en su prestigio, no deja sin embargo de proyectar sombras y problemas sobre todos los rincones del globo terráqueo ni de ofrecer muestras e insinuaciones de que, a medida que el tiempo pase, tales sombras y problemas irán progresivamente acentuando la negrura de sus tonos. Hemos hecho alusión a las razones de esta publicación, a su finalidad, a las condiciones de su estructura interna, a la importancia intrínseca de los temas tratados, independientemente de la calidad del tratamiento … Sólo nos queda desear haber acertado en la ideación y formulación de los análisis, y esperar de haber sido correctos, una apropiada comprensión por parte del lector Que así sea.

José Luis García Rúa

Granada, enero de 1997

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José Luis Garcia Rua – Reflexiones para la acción y una lectura libertaria de la transición Tomo I 

 

 

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