Diego Abad de Santillán

Diego Abad de Santillán – “Aproximaciones a un mundo mortalmente enfermo” (El libro)

Diego Abad de Santillán con Valladolid y el por qué de sus contribuciones en la revista vallisoletana Estudios Filosóficos acudimos a José Antonio Lobo que tuvo la gentileza de remitirnos su testimonio excepcional en octubre de 2012.

En las fechas referidas de mis contactos con Diego Abad de Santillán a su regreso de Argentina tras la muerte de Franco, yo era director y profesor en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid, regentado por los Padres Dominicos y ya integrado en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ejercía además de Secretario de la Revista Estudios Filosóficos, cuyo director era entonces Emilio García Estébanez, ya fallecido, dominico y profesor como yo en el Instituto Superior de Filosofía. Su visita a Valladolid fue para participar en un ciclo de conferencias de la Cátedra de Estudios Político Sociales y esta visita se le hizo la petición para una colaboración en la Revista, que se publico el año 1979, dividida en dos artículos, que creo salieron en los n° 78 y 79 de la Revista.

Esta relación es importante, en mi opinión situarla en el contexto en el que se produjo, que fue el de la transición española. En ese momento se multiplicaban en la sociedad española los espacios para el diálogo y el encuentro entre los grupos representantes de diferentes ideología y tendencias político sociales para la búsqueda de una salida no traumática, razonada y razonable a la larga dictadura franquista, después de la muerte del dictador, En el Instituto Superior de Filosofía impartíamos enseñanza de filosofía un grupo de alrededor de una docena de profesores dominicos bastante jóvenes, entre los 35 y los 50, que siguiendo el nuevo talante abierto por el Concilio Vaticano II en el modo de entender las relaciones Iglesia-mundo apostábamos por el diálogo y la colaboración para una transformación de la sociedad hacia una mayor justicia y una democracia real. Puedo asegurar que esta ilusión la compartíamos al menos el sector más joven. Esta fue la razón de que surgieran diversas iniciativas en esta dirección.

Personalmente en esos años participé en un diálogo entre cristianos y anarquistas, que se celebraba en Madrid, auspiciado por una persona cuyo nombre no recuerdo (quizá Manuel), pero que se apellidaba Lizcano, que había creado un espacio para este tipo de encuentros. Por parte de los cristianos recuerdo que asistíamos, además de algunos seglares, cuatro sacerdotes: de Barcelona, de Valencia, De Zaragoza y yo, que siendo asturiano, llegaba desde Valladolid. En alguno de estos encuentros creo que ya estuvo presente Diego Abad de Santillán. Como muestra de este interés personal por estos asuntos de diálogo para el cambio social, está que durante el curso 1977-1978 tuve un Seminario dentro de la Facultad de Filosofía de una Universidad Pontificia de Salamanca sobre ‘Anarquismo y anarquistas en España’. Síntoma del interés de entonces por estos temas y la búsqueda de encuentro es que se apuntó al Seminario la práctica totalidad de los dos cursos de Licencia, hasta el punto que tuvimos que hacer dos grupos. De esta fecha son también dos artículos míos sobre anarquismo: ‘El apoliticismo de los anarquistas españoles’, en Cuadernos salmantinos de Filosofía, IV, 1978, p. 195-222; y ‘El anarquismo humanista de Ricardo Mella (Estudios Filosóficos, XXVIII, 1979, p. 69-106).

Por eso, mi relación y conversaciones con Diego Abad de Santillán versaron no tanto sobre problemas personales como el de la muerte y la posibilidad del más allá, que es seguro que también saldrían, pues él conocía no sólo mi condición de creyente, sino también de dominico, sino que giraban más bien en torno al futuro de la sociedad y del mundo y de cómo hacer que las cosas avanzasen en la línea de una mayor justicia e igualdad entre las personas y entre los pueblos, fomento de la solidaridad, del diálogo, la cooperación…, cómo avanzar hacia esta meta de manera civilizada y excluyendo la barbarie de la violencia que entrañan todas las guerras en las que lo que realmente se dilucida es el conflicto de intereses entre los poderosos, a costa del sacrifico de los débiles. Yo militaba entonces también el pacifismo activo y la resolución no violenta de los. Por eso encontré mucha satisfacción en coincidir en este punto con Diego Abad de Santillán. En el artículo citado sobre Ricardo Mella citaba un texto de sus Memorias, publicadas en 1977 a este respecto: “Llené millares y millares de páginas en periódicos, en revistas, en libros a lo largo de buena cantidad de decenios. No se encontrará en toda esa montaña de papel una sola línea que aplauda la resignación ante la injusticia; pero tampoco una sola línea de exaltación de la violencia por la violencia misma. Me he sentido siempre tan lejos de la mansedumbre obsecuente como de la protesta brutal, homicida, de la ley de la selva.

Mi recuerdo de lo que con él conversé, incluso le visité una vez de paso por Madrid en el apartamento que tenía casi frente al Campo Santiago Bernabeu. Lo que puedo recordar de él es que era una persona culta, dialogante, muy humana e interesada en que la humanidad caminase hacia la meta de unas relaciones sociales e internacionales basadas en la igualdad, la justicia y la solidaridad. En este sentido me sentía cercano y coimplicado en estos ideales y metas. A pesar de que hoy, esos ideales, en los que sigo creyendo y trabajando, quizá hayan retrocedido más que avanzado. A lo mejor es con la edad uno se hace no sé si más pesimista, pero al menos más realista.

No sé si habré respondido a lo que usted buscaba, pero estos son algunos de mis recuerdos, ciertamente agradables y positivos, de Diego Abad de Santillán cuyas cenizas se extendieron por los parajes de Reyero, el pueblecito leonés del que era originario.

Sólo nos corresponde agregar que el periodo de la Transición no fue un mero paseo por una senda apacible (los asesinatos de obreros en Vitoria, las actuaciones de Tejero en Málaga, la operación Galaxia y luego el golpe del 23, con su final “real” y cárceles doradas para los subversivos). También pudo haber sido un amago diminuto e inflado para que el proletariado no rechistase a las reformas sindicales y los pactos laborales, con fines al ingreso en la futura Unión Europea.

Al no prever mecanismos de reflexiones y consultas populares (con la ingenuidad de imaginar que los representantes regionales son cajas de resonancia del sentir de la gente de a pie) la Transición vino a reproducir el modelo encorsetado de las democracias del entorno, ya bastante cuestionadas (el mayo 68 -espontáneo-, la ola terrorista en formación en Alemania y en Italia -en parte alentada por el KGB-).

Otra cuestión es saber si el dicho atribuido al Caudillo de que se moría con la satisfacción de dejar a España atada y bien atada, se pudo haber modificado. Es probable de que surgiera en el hervor de búsquedas y reflexiones entre los dominicos y Santillán.

Y es justamente a través de la re publicación del escrito de Diego cómo se pueden plantear estos interrogantes, siempre vigentes y destacar que cualquier gran movimiento colectivo contestatario (revoluciones en determinados países árabes de la cuenca mediterránea, el15-M ahora) cae la mayor parte del tiempo en fases de cerrazón mental y cegueras increíbles, cuando se aviene a formas espurias alejadas de la horizontalidad. Nos permitimos dar otra cita sobre la actualidad y Santillán del testimonio de José Antonio Lobo: […] y estoy convencido que nuestra democracia necesita hoy cambios profundos para que llegue a ser como reivindica el movimiento 15-M una ‘democracia real’, frente a la corrupción, el clientelismo y el inmovilismo instalado en los partidos político y otras instituciones del Estado. Los ideales por lo que luchó Diego Abad de Santillán creo que siguen siendo hoy tan válidos o más que entonces y el modelo de convivencia entre las personas y los pueblos que el soñaba también, en este mundo donde los grandes poderes económicos imponen de manera implacable su ley y poco a poco van destruyendo los derechos económicos, políticos y sociales de las mayorías, conquistados en una dura lucha que costó sangre, sudor y lágrimas.Nos parece que esa dura lucha del día a día en plena crisis, con el son del “Que se vayan todos” de la Argentina de diciembre de 2001 y que se va repitiendo allí en cada asesinato de las fueras represoras y del abandono del mantenimiento básico de las estructuras sociales (2006 en Neuquén, en Santa Cruz, 2012 con la catástrofe ferroviaria en Buenos Aires) y acá en España, Francia, Grecia, etc., impone acabar con una sociedad criminal con un antifaz que no llega a tapar su mugre.

Alejandro del Toro García y Frank Mintz, noviembre de 2012.

Santillán Comentarios al texto

Republicar este texto antiguo de Diego Abad de Santillán responde a tres grandes criterios: la gran parte de validez que acompaña todavía la contribución de Santillán; una mejor comprensión del punto de vista de un gran militante en plena evolución discutible y, al fin, la aproximación a una parte del cristianismo.

Cuando regresó a la Península Santillán estaba en la etapa final de su pensamiento anarcocapitalista, compartido en gran parte con Agustín Souchy en Alemania del Oeste, y Helmut Rüdiger en Suecia, que fueron voluntarios en España y colaboradores de la tendencia gubernamentalista. Aspecto ilustrado en las páginas dedicadas a “Conciencia de clase”.

Sin embargo, como se expone en el estudio introductivo de las múltiples facetas de la transición española, Santillán participa de la misma con su texto, que viene a ser un planteamiento muy importante: el diálogo con los creyentes, en particular los más fundamentalistas y temibles en la Península, los mismos católicos, si bien en este caso, a través de un grupo de pensadores bastante independientes.

No se valió Santillán de pistas ya existentes en Camillo Berneri (críticas al anticlericalismo sectario de la CNT antes de 1936) ni tampoco de la tradición tolerante del anarquismo anglosajón respecto a las religiones. Es una postura de empatía y se demuestra con dos autores Max Nettlau, anarquista individualista acérrimo anti sindicalista, y José Antonio Lobo (autor de un libro sobre Ricardo Mella), del grupo de dominicos de la revista Estudios Filosóficos. El interés de Santillán queda reflejado en su correspondencia privada: En estas semanas iré a Valladolid, a un instituto de estudios filosóficos, para dictar algunas conferencias sobre el anarquismo en España, me atreveré a decir muchos pecados, pero el público es de alto nivel para acudir con unos cuantos dogmas y frases hechas, consagradas; habrá diálogos, preguntas de fondo y habremos de responder con sinceridad y honradez; también explicaré nuestra crisis, que no es la primera, ni la segunda, ni la tercera. A algunas de esas crisis se refirió Ricardo Mella muy dignamente; la verdad no hará daño más que a los que la temen.”Carta a Manuel Salas del 8 de enero de 1978. [Diego Abad de Santillán (Historia y vigencia de la construcción social de un proyecto libertario), Barcelona, Anthropos Suplementos n° 36, enero 1993, p. 193].Creo que Santillán se dejó en el tintero tres elementos, uno por su postura empática, y otros dos, por falta de empatía.

Abad de Santillán, como autor de una Gran Enciclopedia Argentina (9 tomos, 1966), no podía ignorar que muchas civilizaciones elaboraron una ética y una convivencia milenios antes del cristianismo y que las raíces del antiguo testamento están en civilizaciones anteriores.

Esta actitud diplomática o de empatía de Santillán le condujo a silenciar la cuestión esencial de la degeneración rápida de la ética cristiana, que tampoco sabemos si existió mucho tiempo históricamente, puesto que el cristianismo vino a ser una religión estatal impuesta a los pueblos dentro del imperio romano, y luego paulatinamente en varios reinos independientes. El problema, sí muy auténtico del paso de la ética ya católica de varios siglos de Inquisición y con relativa aceleración al fascismo católico, Santillán lo habría podido abordar con una degeneración muy similar del mensaje de la Revolución francesa, y hasta del anarcosindicalismo hispano en el exilio. Habría sido valiente y de vital importancia para desenmascarar las cúpulas y devolverle su papel a la democracia de base (aspecto que Santillán sólo subrayó en su enfoque anarcocapitalista de coincidencia entre empresarios y obreros, tan desmentido durante cualquier crisis).

La carencia de empatía con el comunismo de la URSS no impidió que Santillán reconociera (a nivel de ciudadano de a pie) cómo el partido comunista español estaba también dentro del proceso transicional. La certidumbre de la posible tercera guerra mundial parece haber impedido que Santillán se percatara de hechos bastante evidentes en los años 1975-1978: la impregnación económica de los países del socialismo real dentro de la órbita capitalista. Ya en 1966 se había firmado un acuerdo entre Fiat y la URSS, lo que significaba la capitulación de la industria civil soviética, los sucesivos acuerdos con Krupp, grandes multinacionales evidenciaban las mismas ataduras definitivas con el capitalismo.

Dejando aparte, el ámbito económico que pudo escapar al conocimiento de Santillán, la misma evolución de la URSS y de los EE UU a propósito de Cuba (desde 1962) enseñaba la continuidad de los acuerdos de Yalta. La tercera guerra mundial era únicamente un engañabobos de los Ministerios de Defensa estadounidense y soviético para conseguir más presupuestos y desviar una buena parte para sus allegados.

Por fin, las repetidas constataciones de Santillán sobre la ceguera de la mayoría de los ciudadanos, la influencia del deporte y la idolatría consiguiente de algunas estrellas del espectáculo, era similar en EE UU y en la URSS (con futbolistas y jugadores de jóquey sobre hielo). Un elemento que rozó Santillán cuando aludió a la tan moderna invención del pan y del circo para formatear –que empezó hace 2.500 años- a las multitudes.

Además era ya en 1978 un tópico (el adoctrinamiento a través de la publicidad) evidenciado en los años 1950 por Erich Fromm, luego Hannah Arend. Noam Chomsky en su conferencia en Holanda, el año anterior al texto de Santillán, “los Intelectuales y el Estado” le dio un abordaje anarquista equiparando del todo a EE UU con la URSS.

Con todo, fue digno el intento de Santillán dentro de su postura, si bien no aportaba nada, ni a nivel ni económico, a su anhelo de “gran revolución ética”. Pero, de hecho se entregaba él mismo por entero, con su largo historial.

El aporte, por cierto original, fue reivindicar a Tomás de Aquino como respaldo moral de los cenetistas que se defendían de los sicarios y asesinos de la patronal catalana y sus aliados en el Gobierno español, en 1919-1922. Una demostración de la eficacia de Santillán cuando deseaba sustentar firmemente una posición.

Aproximaciones a un mundo mortalmente enfermo” no es un libro mas de la biografía de Diego  Abad de Santillán,  es un es un libro que nos advierte del suicidio que estamos llegando la sociedad a causa del alcohol y las drogas de todas clases.

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Para leer o bajar el libro ejecutar el enlace abajo indicado

Diego Abad de Santillán – Aproximaciones a un mundo mortalmente enfermo