Albert Camus

Albert Camus – “Moral y política”

Aunque la obra principal de Albert Camus es «El Extranjero», existen otras obras dentro de su producción filosófica, por ejemplo «Moral y Política», la cual, más que ser un tratado filosófico, es una recopilación de artículos publicados por él en el «Combat». Los artículos que presenta son los que le han parecido más significativos para exponer cómo en medio de tanta injusticia y conflictos, mientras haya un ser que acepte la verdad por lo que es y tal como es, la esperanza encuentra lugar. Con cada artículo de la obra sostendrá que aunque la lucha es difícil, las razones para luchar, siguen siendo claras.

             Inicia su presentación con un preámbulo de lo que acontece en París, durante la segunda guerra mundial, estando ocupada por el ejército alemán, asediada por la lucha con la esperanza de dirigir mañana, no con el poder sino por la justicia; no por la política sino por la moral; no por la dominación de su país, sino por su grandeza.[1] Con la lucha, en el sufrimiento y la obstinación del combate, se va realizando ese deseo de libertad de un pueblo, una nación.

            La grandeza del hombre no está en las injusticias sino en su decisión de ser más fuerte que su condición, y si su condición es injusta, la manera de superarla es ser justo él mismo. Esa es la gran verdad de la lucha, del sufrimiento y la desesperación por la cual pasa París. Por ello, la muerte del espíritu es la muerte de la justicia, la renuncia de la dignidad del hombre a todos los justos y a la justicia misma. Y dicha justicia es perdonar pero también castigar en nombre de aquellos que sufrieron el degrado de su alma.

            Puesto que su obra es una recopilación de artículos publicados durante ese tiempo de guerra, hace una crítica a la prensa, elemento importante en toda sociedad para la publicación de la verdad y la manifestación de una ideología. Según Camus, con la guerra, la prensa había perdido sus principios y su moral y deseba liberar a los periódicos del poder del dinero y darles un tono y una verdad que pusieran al público a la altura de sus más nobles sentimientos.[2] Y aunque se han conquistado los medios para realizar esa revolución profunda, falta que cada uno de los periodistas e intelectuales, piensen bien lo que se proponen decir, moldear poco a poco el espíritu de sus periódicos, escribir cuidadosamente y no perder de vista la necesidad de volver a dar a un país su voz más íntima. Haciendo todas esas tareas, esa voz será energía de la actividad objetiva y de la humanidad.

            La intención de Albert Camus es ilustrar sobre la necesidad de armonizar la libertad del individuo con la organización colectiva de la sociedad, para nosotros, se trata de conciliar justicia y libertad […] la vida sea libre para cada uno y justa para todos.[3] Dicha libertad es para todos y la justicia es la sumisión de la personalidad al bien colectivo pero ésta no se da sin rebelión. Y aunque a veces parece que la libertad y la justicia son inalcanzables, no se debe renunciar, sino simplemente medir la inmensa dificultad y hacérsela ver a quienes quieren simplificarlo todo. Sin embargo, la esperanza de la libertad y la justicia es un esfuerzo que vale la pena vivir y luchar. Por lo cual, según Camus, la tarea de este siglo es edificar la justicia en el más injusto de los mundos y salvar la libertad de esas almas destinadas a la servidumbre desde el comienzo.[4]

            Para lograr esa tarea de la edificación de un mundo con justicia y libertad es necesario que la moral y política se esfuercen en alcanzar ese anhelo profundo del hombre. Albert Camus hace una crítica al comunismo por su ineficacia de la moral práctica y al anticomunismo político porque sus fines e inspiración no son del todo claros. Sin embargo, ante esa situación, la intención de Camus no es de despreciar a ambas sino de comprender esos malentendidos y disiparlos. La fuente de los posibles malentendidos tiene su origen en una diferencia de métodos, por lo cual, se propone un método que provoque en la vida política una experiencia muy limitada que introduzca, por medio de una simple crítica objetiva, el lenguaje de la moral en el ejercicio de la política.

            Una forma de lograr esa complementación de política y moral es por medio del periodismo, que aunque no pueden lograr con una sola publicación sus objetivos, pero con una serie de ellos pueden alcanzar a precisar una sola idea.

            Deberá alcanzarse un orden, el cual es llevado desde el principio de cualquier revolución y reina cuando dicha revolución es total. Así pues, no hay orden sin armonía. El orden social debe ser un equilibrio entre gobernantes y gobernados bajo un principio superior, por encima aún de la justicia. No hay orden sin justicia, y el orden ideal de los pueblos reside en su felicidad.[5] Es por eso que no es el orden el que refuerza la justicia sino la justicia la que da su certeza al orden.

            Y aunque se tiene claro el fin que se pretende, los medio no siempre son los más convenientes por lo cual surge el problema del realismo: saber si todos los medios son legítimos. Se trata pues, de estar al servicio de la dignidad del hombre por medios que permanezcan dignos, en medio de un contorno histórico que no lo es. Es la vía normal y simple de la honestidad sin ilusiones, de la lealtad y la obstinación, a partir de las cuales se alcanzará la dignidad humana.

            Así pues, no es necesario que las doctrinas políticas sean nuevas, la política no necesita genios porque los asuntos humanos son complicados en su detalle, pero simples en sus principios. Es necesario un régimen moderado, que aunque es de doble filo, nuestro mundo no necesita de almas tibias, sino corazones ardientes que sepan darle a la moderación su justo lugar.[6] Para ello, Camus ve dos caminos, el perdón o el odio de los cuales cada hombre deberá elegir el que no traicione lo que siempre ha amado y respetado en este mundo, lo que constituye su nobleza: la felicidad.

            No se trata de dar lecciones de moral  sino de rechazar la moral que la produjo a la catástrofe. Se necesita una reforma moral y política para impedir que se juzgue una nación entera por los escándalos de algunos miserables. Hay que dictar buenas leyes si se quieren tener buenos ciudadanos[7].

            Finalmente, ante las perspectivas aterradoras de la Segunda Guerra Mundial, Camus propone que la paz es la única lucha que vale la pena entablar y ello no es un ruego, sino una orden que debe subir de los pueblos a los gobiernos, la orden de elegir entre el infierno y la razón.

BILIOGRAFÍA:

CAMUS, Albert, Moral y política, Alianza Editorial, Madrid, 1984, p. 9-58.

César Águila Cázarez sdb.

[1] CAMUS, Albert, Moral y política, Alianza Editorial, Madrid, 1984, p. 16.

[2] Ibid., p. 20.

[3] Ibid., p. 27.

[4] Ibid., p. 28.

[5] Ibid., p.32.

[6] Ibid., p.40.

[7] Ibid., p.45.

 

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Albert Camus – “Moral y política”