Constantin-François Chassebœuf de La Giraudais, conde Volney

Constantin-François Chassebœuf de La Giraudais, conde Volney – Las ruinas de Palmira

BIOGRAFIA:

Constantin-François Chassebœuf de La Giraudais, conde Volney, nacido el 3 de febrero de 1757 en Craon en Anjou, muerto el 25 de abril de 1820 en Paris, filósofo y orientalista francés. es considerado el precursor de los etnólogos, antopólogos y sociologos del siglo XX.

Cuando Constantin-François Chasseboeuf, que se haría célebre con el seudónimo de Volney -obtenido de la fusión del nombre de Voltaire con el de Fernay pueblo natal del gran escritor- partió a recorrer Egipto y Siria, con la mochila a la espalda y seis mil denarios de oro en la cintura, tenía tan sólo veinticinco años. Volney desembarcó en Alejandría en enero de 1783 y permaneció allí algunas semanas visitando los monumentos de la ciudad y de la región del Delta. Poco después remontó el Nilo hasta El Cairo, donde se estableció hasta el mes de setiembre antes de regresar al Mediterráneo y partir hacia Jaffa, San Juan de Acre, Tiro y Siria, donde visitó numerosas ciudades y monumentos entre las cuales Alepo Damasco, Latakia y las inmensas ruinas de Palmira.

Pese a la relativamente breve duración de su viaje, que sin embargo había preparado meticulosamente durante un año, leyendo las obras más importantes referidas al país que iba a visitar y preparando sus condiciones fisicas para soportar las incomodidades y las fatigas que le esperaban, Volney supo aprovechar al máximo su tiempo y consiguió escribir un auténtico tratado de geografía política ` efectuando observaciones rigurosamente científicas sobre la situación socioeconómica y política de los países cruzados.

 

RESEÑA:
Las extensas y bellísimas ruinas de la antaño próspera ciudad caravanera de Palmira han despertado desde su redescubrimiento la inspiración de un buen número de artistas y escritores, que se han sentido cautivados por el romanticismo del paraje y por su extraordinario poder evocador. Un oasis de palmeras y columnas color oro en pleno desierto sirio, Palmira constituye un perfecto símbolo de la fugacidad del poder y la riqueza, de la efímera hegemonía que llegó a gozar un reino que osó enfrentarse a Roma, y una muestra de los irreversibles estragos que el paso del tiempo ocasiona en urbes e imperios que se creían eternos.

El Conde de Volney, historiador y filósofo ilustrado francés (1757-1820), en su libro Las ruinas de Palmira, obra que tuvo gran influencia en la literatura gala del siglo XIX, supo describir con maestría la fascinación que ejerce en el viajero el hallazgo de los pétreos despojos de esta pequeña civilización que surgió de las arenas: Y ahora ¿qué ha quedado de esta poderosa ciudad? Un fúnebre esqueleto. ¿Qué de esta vasta dominación? Una oscura y vana memoria. A la estrepitosa concurrencia que bajo de estos pórticos acudía, ha seguido la soledad de la muerte. Al murmullo de las plazas públicas ha sucedido el silencio de los sepulcros. La opulencia de una ciudad comerciante se ha convertido en una asquerosa pobreza. Albergue de fieras son ya los reales palacios, establos de ganados los suntuosos templos, y morada de inmundos reptiles los santuarios de los dioses… ¡Ah! ¡Cómo está eclipsada tanta gloria! … ¡Cómo se han aniquilado tantos afanes! … ¡Cómo perecen las obras de los hombres! … ¡Así los imperios y las naciones desaparecen!

 

 

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Conde de Volney – Las ruinas de palmira